miércoles, 20 de agosto de 2014

Por fin hoy decidí escribirle

Por fin hoy decidí escribirle, profe. Ha pasado mucho tiempo desde aquel sábado en que leí en Facebook que había muerto. Como si fuera cualquier cosa: Así me di cuenta de que mi mejor amigo ya no estaba más.

¿A quién le contaré ahora todas mis ilusiones, mis planes? ¿Quién creerá en mí como en una princesa de cuento de hadas? ¿Quién me dirá que soy capaz de lograr lo que sea? ¿Quién se alegrará por verme emocionada con algún proyecto nuevo? ¿Quién celebrará mis logros como si fueran suyos?

Sí, ya sé que para eso tengo a mi mamá. Pero ella es mi mamá y me ama. Su apego a mí viene desde siempre. En cambio, con usted don Alberto, todo era tan diferente. Era como tener un diario vivo, de 90 y resto de años, dispuesto a reír con mis estúpidas bromas y a interesarse en las pocas historias que a mis 23 años tengo para contar.

Sé que dije que le escribiría cartas, pero nunca antes tuve las fuerzas para empezar.

Perdone que le escriba hasta ahora, pero, es que lo extraño mucho. Eso es todo.


Extraño los almuerzos, las horas de café y charlas sobre política, las tardes de cine casero y las sesiones de lectura compartida. Ud sabía leer poesía como nadie. Incluso, extraño cuando me regañaba. Extraño sus particulares piropos, cuando me decía que yo tengo un bonito perfil o se asustaba con mis tatuajes en la espalda. Simplemente, me hace mucha falta poder hablar con ud.

Lo peor es que ni siquiera puede responder mis cartas. Pero bueno, yo le escribo. Uno nunca sabe, quizás en el cielo tengan Internet. Lo quiero.

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